domingo, 26 de agosto de 2018

A la deriva

Es difícil. Toda la vida te lo han dicho, te advierten, bromean y hasta te asustan con ello. La "vida de adulto" está ahí.

Frente a ti, un mar abierto de infinitas posibilidades. Repleto de tesoros escondidos, corrientes amigables que te llevan más rápido a donde quieres ir, bancos de arena que te atoran, arrecifes que no te detienen, pero dejan una marca en ti, peligrosos remolinos, terribles tormentas y un sin fin de eventos y contratiempos que te pueden llevar y dejar en mil diferentes destinos. Y tú allí estás.

Te aplaudieron, te lloraron y se cansaron de felicitarte por haber llegado hasta acá. Tu barco zarpó, has dejado las tranquilas aguas del río. El río en que, a pesar de que llevabas ya en tiempo timoneando a tu gusto, se te indicó siempre qué camino seguir. Y ahora nada, un horizonte azul infinito.

Tienes una idea; sabes que tienes que llegar allá. Muchas veces te has imaginado allí; crees conocer el lugar; sabes tanto de él y has visto a los otros que ya están allí... ¿Pero cómo llego? Ningún mapa es exacto, ninguno te muestra cada ola del mar.
¿Y ahora? Sueñas. Planeas tu viaje y las mil escalas en todas las islas de las que habías escuchado y llamaban tu atención. "Al cabo me quedan de camino".

Tienes días soleados donde todo se ve tan claro, todo cuadra y se pronostica un viaje tranquilo y estable. Otros días te hallas en medio de la penumbra, rodeado de olas, tan grandes como tu mismo bote, que azotan desde todas direcciones en un caótico orden. De pronto no sabes ni qué es arriba, ni qué es abajo. Intentas tomar aire después del último golpe, pero ya estás de nuevo bajo el agua. Las velas se rompen, la brújula se vuelve loca y parece que lo mejor que puedes hacer es dejarte llevar por la tormenta. "Total, ni sabía a donde iba."

Te sientes tentado a volver al río que te vio nacer, a la tranquilidad de sus aguas. Pero ningún río fluye cuesta arriba y esa misma corriente que te arrullaba te arroja violentamente de vuelta al mar.

Pero es tu travesía y de nadie más. Nadie nunca tomará el timón de tu embarcación, ni te llevarán a las playas de la isla del éxito. Descubre tu camino, traza tu mapa y déjalo volar para que otros lo encuentren. Disfruta la adrenalina de navegar en la tormenta, que ningún buen capitán se hace en aguas tranquilas.


martes, 17 de enero de 2017

La justificación habitual.


Hace unos cuantos meses que no escribo , y es precisamente de eso que quiero hay hablar. Cada semana, desde septiembre que fue mi última publicación, un recordatorio en mi agenda me decía que escribiera en mi blog. Y cada viernes, con esa alarma pensaba “Extraño escribir, pero no sé de qué escribir.” Sin embargo, al mismo tiempo sabía que eso era solo una justificación de mi desidia.
Hubo un tiempo en el que sí escribí semanalmente y en esos días, yo me esforzaba constantemente en mi vida cotidiana para capturar esos momentos  y pensamientos pasajeros que servían de combustible para las entradas del blog. De cierta forma, me obligaba a observar y apreciar todo a mi alrededor.


Aprovechando el anécdota y la temporada de nuevos propósitos, hablemos de los hábitos. ¿Por qué parece tan difícil cumplir con los propósitos de año nuevo, romper con las malas costumbres, crear un nuevo hábito y sobretodo mantenerlo? Pero más importante aún, ¿Cómo podemos lograr respetar esos hábitos y metas? Para mí, las claves son tres:

Constancia.

¡Pues claro! ¿Cómo esperas que algo se vuelva parte de tu vida si no eres consistente y regular con ello? Hazte el tiempo, define horarios y respétalos! Para ello la…

Disciplina.

“Ah, hoy me da flojera ir al gym… Iré mañana.” Y mañana te salió un compromiso importante, y el día siguiente tuviste que hacer un mandado importante y así, ya nunca fuiste el gym. Si te propones algo que hacer… ¡De verdad, hazlo!
La motivación es un elemento importante para la construcción de un hábito, pero esta no se debe basar solamente en la motivación.  La motivación se acaba, se nos van las ganas de hacer algo y entonces fracasamos.
La disciplina, en cambio, no es placentera, pero es la persistencia de esta la que fortalece y fija los hábitos. Es como cuando se aprende a tocar un instrumento, por ejemplo. Habrá días en los que uno se sienta inspirado, que la música fluye a través de uno y ese día uno va a las lecciones y toca con todo el amor del mundo, y ni se siente el esfuerzo. Pero hay días en los que no se quiere ni pensar en música ni mirar siquiera el instrumento. ¡Estos son los días que hacen la diferencia! Si uno tiene la disciplina y el dominio propio para levantarse y practicar el instrumento, aún con cero motivación, la batalla está ganada. Son estos los días en los que uno debe recordar cuál y porqué es el propósito.
Tienes que ser duro contigo mismo. Pide ayuda a tus amigos o familia para cumplir tus metas y compromisos.

Objetivo.

Caminar sin un rumbo fijo es una pérdida innecesaria de energía. Es como milochomil veces más fácil cumplir con tus acuerdos si constantemente tienes presente tu meta y tus razones para llegar a ella. Haz un tablero con recortes de lo que vas a lograr, repítelo todas las mañanas frente al espejo o haz lo que tengas que hacer para que ese porqué esté grabado siempre en tu consciente. ¿Cómo esperas llegar si no sabes a dónde vas?




Dicen que los hábitos se crean después de veintiún repeticiones. Deja de sentir lástima por tí mismo, para de procrastinar y ponte a trabajar. Recuerda que tus propósitos son tuyos y de nadie más.

Gracias por leer (: Hasta la siguiente semana...